Perder la inocencia
Últimamente, reconozco que cada día me cuesta un poco más escribir, y no es que me falten las ideas, ni mucho menos, simplemente, creo que esa palabra que siempre me ha parecido que me quedaba grande, ahora me parece que está a años luz. Y me refiero al hecho de considerarme escritora.
No recuerdo la primeva vez que me enfrenté a una cuartilla en blanco, supongo que era muy niña, y como escribir siempre me ha parecido algo natural, pues ni siquiera lo tengo en mente como algo especial. Si que recuerdo la fluidez con las que escribí mis primeros relatos y libros, salían solos, puede que tuviese mucho que ver con que, en gran medida, relataban hechos que habían sucedido. O quizá, ¿esta facilidad tenía que ver con que solo los escribía para mí? En la intimidad, a veces en la noche, y luego quedaban en algún cajón olvidado, sin mucha más critica que yo misma o la de los más cercanos…
Publicar un libro, es muy satisfactorio, pero tiene mucho de perverso y arriesgado. Pero como dice Loquillo, la vida es de para los que arriesgan. Publicar un libro, es estar dispuesto a recibir críticas, pero sobre todo, es aprender. Es darte cuenta, que has dejado a un personaje a medio construir, es reconocer que faltan o sobran páginas, que debiste tratar más a fondo esa historia. Publicar, es saber, que tienes que respetar a tus lectores, y que si les involucras en tu libro, tienes que comprometerte a narrarles la historia hasta el final, a dar todo, a sacar tus páginas desde las tripas.
La literatura, es un arte, pero tiene mucha técnica detrás. Y eso, es algo de lo que te das cuenta después de compartir algunos ratos con otros autores, que saben de esto mucho más que yo, y con otros tantos lectores, dispuestos a exprimirme al máximo.
Y hoy empiezo a comprender, que aquel esquema que un viejo zorro de la banca me contaba cuando yo me iniciaba en ese mundo, vale para todas las profesiones, incluida la de escritor. Y después de unos años, felizmente anclada en la etapa de autora INCONSCIENTEMENTE INCOMPETENTE, en la que solo escribía, y escribía, sin necesitar de correcciones o de dar otra vuelta de tuerca a la historia, sin dudar del argumento y mucho menos del final de la novela, de repente, me encuentro inmersa en la etapa del CONSCIENTEMENTE INCOMPETENTE. Es como haber perdido la inocencia, la frescura al escribir. Es darme cuenta que os debo mucho, de Marai, de Omaira, o de tantas historias.
Aprender a ser escritor, es, tachar páginas completas, querer ahondar en mis nuevos personajes, es acabar agotada, tras escribir un capitulo en el que hay pasión, fuerza, en definitiva, una historia viva, que se pueda colar en los huesos del lector. Es dudar sobre si conviene este u otro final. Es investigar, profundizar sobre cada tema.
Por eso, quiero pedirles perdón, si esta temporada, escribo menos en el blog. Mi nueva novela, me está exigiendo mucho. Aun así, saben que tienen la puerta de mi casa abierta para preguntarme por aquello que quedó a medias, para enviarme sus críticas, incluso para decirme que fue lo que más les ha gustado.
Y también, hoy, quiero dar las gracias, a personas como Carmen Codero, a Angel, mi editor, o a quienes tengo más cerca, por ser sinceros con sus críticas y consejos, y ayudarme cada día, a ser un poco mejor, aunque a veces, tenga la sensación, de estar perdiendo la inocencia en esto de la escritura. Espero que pronto, pase esta etapa de escritora conscientemente incompetente, y dejando la tan peligrosa de CONSCIENTEMENTE COMPETENTE, para acercarme a la tan ansiada y placentera, del INCONSCIENTEMENTE COMPETENTE.