EL RELOJ DE ARENA. Nessum dorma
Es tarde, el día sido ha sido duro, pero ha amanecido un día más. Las nubes siguen empañando el sol, y recuerdo aquella frase de Tagore, en la que nos recuerda que
Si lloras por no haber visto el Sol
las lágrimas te impedirán ver las estrellas
Voy dando un paseo a casa, y me doy cuenta de que la lluvia no está tan mal, me hace sentir viva.
Necesito sentirme bien y cierro los ojos, buscando en mi cabeza el recuerdo de un día de sol.
Estoy tumbada en la arena, hace calor, y poco a poco, mis huesos se templan. No hay nadie alrededor. Solo el mar muy azul, cuyo murmullo se cuela en mi cabeza. Huele a sal. Puedo sentir las olas rompiendo suavemente en la orilla. Entonces, inconscientemente, acaricio la arena, jugando suavemente con ella, dejándola fluir entre mis dedos. Se me escapa, imperceptiblemente, como el nuevo día que ha pasado. Es una sensación agradable, e intento retenerla de nuevo, cerrando un poco más los dedos, como un reloj de arena, que mide el tiempo a su paso. Juego a atraparla, a dejarla después volar ayudada por la brisa. Sueño a detener el tiempo, entre el cielo y la tierra, y me siento bien.
De nuevo el olor a salitre y algas, despierta mis sentidos. Sonrío. Y sigo jugando a ser Dios con el tiempo convertido en arena.
Entonces, abro los ojos, y observo la palma de mi mano, aparentemente, no queda arena, pero no es cierto. Algunos granitos finísimos, se han quedado atrapados entre las líneas de mi mano y en mis uñas. La desafío, y le digo que como a la vida, por mucho que quiera escurrirse entre nuestras manos, siempre nos queda un ápice. Puede que sea minúsculo, un simple gran quizá, pero lo puedo sentir. Y huele como ese atardecer en la playa, iluminada por un cielo rojizo.
Escucho una canción y abro los ojos. Despierto en medio de mi habitación, serena, tranquila. ¿Nessum dorma (“Que nadie duerma”)? ¿Por qué no? Miro mis manos y busco la arena y el olor a sal y a mar.
Me acerco a la ventana, y en el cielo, ya hay estrellas. Inconscientemente, meto la mano en el bolsillo de mis vaqueros, y siento algo seco y ligero al fondo, casi inaprensible. Que se escurre de mis manos.
¿Habré vuelto a soñar, o simplemente a veces los sueños se hacen realidad?
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