20 minutos
No dormir, a veces tiene sus ventajas. Y no me refiero a no dormir, en plan: noches de blanco satén, sino a una noche perra tras otra dando vueltas porque además de las mil preocupaciones que tiene una, se le añade otra, una puñetera hernia discal. Bueno, de que tengo una hernia me he enterado hoy…
A lo que íbamos, que cuando no duermo, ya les he hablado de ese lugar que yo visito de vez en cuando y que me da por llamar la trastienda del sueño, donde una, de vez en cuando, atrapa ideas que merecen la pena, y anoche, entre otras muchas cosas, tras visitar la rebotica de mi no sueño, decidí seguir pensando en positivo, ya saben como cuando lo del estornudo, que me dejó tiesa. Y no solo positivo en plan, dientes, sino de una sonrisa profident desde las tripas. Y además, esta vez iba a añadir un nuevo ingrediente.
Si, y creo que ese ingrediente tiene un componente con un punto genético. Creo que ya les he mencionado muchas veces a mi abuela, pero seguro que nunca les conté que cuando ella estaba aburrida (que ya es difícil con 11 hijos,) y necesitaba un cambio en su vida, sino le dabala cosa para muebles nuevos, pues los cambiaba de sitio. Eso mismo hace ahora mi madre, mejorando la especie y con bastante buenos resultados, a mi, como tercera generación, aun no me ha dado por ahí, en sentido literal, quiero decir, pero este día, he decidido que es el momento de mover algún mobiliario en mi cabeza. Si quería seguir adelante en plan positivo, pero positivo de verdad, eso pasaba por algo importante, dedicarme un poco de tiempo a mí misma, y sobre todo descansar, y averiguar, porqué me dolía tanto la puñetera espalda, como para no tener humor casi ni para sonreír.
Así que hoy, una vez en pie, como diría un buen amigo mío, me fui a pasar la ITV, la mía personal, claro está. Y por fin, me decidí a tomarme la mañana libre e ir a hacerme la dichosa resonancia. La verdad, es curioso, lo que se habla de ellas, lo que se posponen o esperan, pero sinceramente, por lo menos a mí, salvo lo de que te tumban en una camilla que se mueve sola para meterte en un tubaco del dos, y te tienen ahí un ratito de supuesta siesta , jamás se me ocurrió preguntar de qué iba la prueba en cuestión. Y lo que conozco lo sé, porque lo vi un día en la serie Urgencias.
Pues bien, para quien no la haya hecho nunca, les contaré que mejor, ir engañado. Yo que tengo la enorme suerte o desgracia, según se mire, de estar en el gremio de las consortes, pues la verdad es que llegué a la clínica a puerta gayola, ahí, con decisión y no digo con elegancia torera porque como mucho podría decir que pasé con dignidad, con el lumbago que me perseguía desde hace tres semanas. Unas enfermeras encantadoras, me pasaron el consentimiento informado, la tarjetita, etc. Etc. Etc, hasta llegar a la cabina, donde me indicaron que podía cambiarme dejándome solo las medias y la braguita y que me pusiera la bata.
No se rían, porque esta vez iba preparada, nada de fajatanga; yo iba armada de braguita puntillera de las buenas. ¡Ah!, ¿qué se ríen por lo de la bata?, pues aparentemente era de lo más mona. De papel azul marino. Nada de la típica bata cabrona abierta azul desvaído de, ¿lacito para adelante o para atrás?, Para atrás, y entonces, ¡Mierda, le falta el lacito a la altura del culo! Pues no, esta se pone, se pone… ¿La abertura para atrás? Probé. –Va a ser que no, que me queda como de cuello alto, me la quito y me pongo la abertura para adelante, que va a ser tipo quimono japonés. Uy así mucho mejor. Umm, y con cinto, nada de lacitos cabroncetes… Cojo un lado del cinturón, y, y… ¿dónde está el otro?, empiezo a dar vueltas sobre mi misma como si la bata no girase conmigo, hasta que me doy cuenta que parezco un perro buscándome el rabo. Y mientras la enfermera, -Maria perdón, solo por asegurarme, te han operado de…-, venga preguntitas, y yo buscando el cinto. ¿Será que estoy tardando mucho en cambiarme?, me pregunto. Por fin, una vuelta después, encuentro el otro lado del cinto, me lo abrocho con decisión y salgo.
La enfermera, me acompaña al aparato de resonancia, donde una camilla con una especie de super cinturón me espera. –Es importante que estés quieta durante los 20 minutos que dura la prueba, así que dime si te encuentras cómoda, me dice tras subirme a la mesa, apretarme el cinturón y ponerme una mantita sobre los pies.
-Seguro que si- le dije, mientras me frotaba las manos mentalmente,cualquiera se movia ya, pensando en disfrutar de 20 minutos de tranquilidad, para echarme una siestita, que iba a ser el principio del nuevo mobiliario de mi cabeza. –Aprovecharé el tiempo para relajarme un rato y pensar en un monton de cosas.
Yo no la vi, cuando se dio la vuelta, pero debió pensar algo así como:- si si, pensar ahí, en el tubo del infierno, que te lo crees tu…
Ella sale, me quedo sola, un extraño ruido suena mientras la camilla se mueve, y de repente, me doy cuenta de que suena una música. ¿Qué es eso?, los 40 principales a todo trapo…, bueno, tampoco les iba a pedir música zen, que le vamos a hacer. Pero ¡qué caña! Y yo sin poderme mover, ¡Ay dios! que se me mueve solo un dedo de la mano a ritmo de… de ¿quién demonios canta esta canción?, me digo, , ¿me estaré haciendo mayor? Venga quieta, son solo veinte minutitos sin moverte… veinte minutos, me digo, yo he leído algo sobre curiosidades que duran ese mismo tiempo, ¿qué era, que era? De repente, dejo de oír a los 40 principales, porque una especie de ráfaga de metralleta suena junto a mí. Rata ta ta tata tata ta ¡Dios, me atacan!, se habrá vuelto loca la enfermera o se le ha caído una tuerca al aparato… Ay que no, que debe ser así, por eso lo de re-sonancia. A ver que me concentro en lo de los 20 minutos, ¿qué era qué era? y caigo en la cuenta, eso es el tiempo que dura el orgasmo de un cerdo. Madre mía, la teoría de la relatividad es cierta. Porque yo no llevaba en la maquinita ni 5 minutos por lo que podía calcular, y ya me habían martirizado con la música a todo trapo, me habían atacado los oídos a ritmo de zemme, había oído varios anuncios y seguro que para un cerdo, los primeros 5 minutos de orgasmo se le habían pasado en un periquete. Venga concéntrate, me dije. Y mientras me concentraba, me doy cuenta que también estoy empezando a reconocer otra teoría, la de los codos. Ya estaba sintiendo en mis carnes, digo en mis huesos lo que quería decir mi padre cuando me mandaba hacer codos para estudiar. ¿Pero serán los míos tan puntiagudos?, o será que la mesa tiene chinchetas, e intento imaginarme mentalmente la forma de mis codos, cualquiera se mueve para mirárselos y vuelta a empezar la cuenta atrás.
Ra ta ta tata tat t ata… otra vez que me atacan, y yo pensando en mis codos. ¿Cuánto tiempo habrá pasado me pregunto de nuevo intentando hacer que mis codos leviten, para desincrustarlos de la mesa. ¡Qué fenómeno el cerdo!, me digo de nuevo.
Otra vez que para la metralleta para dejar paso a la música ratonera, y yo, como estoy positiva, pues que me lleva el ritmo otra vez el dedo, arriba y abajo, arriba y abajo. ¡Joe!r, y tampoco sé de quién es esta canción, así que solo se me ocurrió algo para detenerlo, que fue maquinar como compartir con ustedes, esta experiencia de hoy, y por supuesto, proponerme dejar de oir Kiss FM para ponerme al día con la música actual. Eso, si que me ayudó a dejar transcurrir el resto de los 20 minutos quieta y tiesa como nuestra amiga la babosa, y entretenida, como solo lo consigo aporreando las teclas de un ordenador.
Y piensa que te piensa, por fin llegó el minuto 20 y se acercó la enfermera para ayudarme a bajar de la máquina infernal. -¿Qué tal?, me dice encantadora la tía perraca, -Lo peor el ruido verdad?
¡Anda que ya pudiste decírmelo antes…!! Y cambiar la emisora de radio.. pero bueno, te perdono, por lo cariñosa, y por dejarme una bata tan mona y tan digna, obviando el momento caniche…
El resultado, ya lo saben. AL de la re-sonancia me refiero, pero no importa. Y por cierto, que ya puesta a amueblar de buenas vibraciones mi vida, me he decidido a pintarme las uñas de rosa.