LAZOS ROSAS, LAZOS NEGROS, TELAS DE ARAÑA
Este ha sido un verano especial, de esos que desconectas, descansas la mente, y a pesar de haber sido de intenso trabajo, me ha permitido gozar de pequeñas cosas, de las que hacía tiempo que no disfrutaba, como escuchar el rumor del agitar de las hojas de los arboles, sumergirme en el mar cálido hasta llegar a sentir frio, o leer, leer hasta dolerme los ojos. Leer cosas buenas y no tan buenas, a aprender mucho, e incluso, a recordar cosas importantes, como que ser escritor es un don, un don que a veces se esconde, pero siempre está ahí. Un regalo que debe mimarse, y por buena que sea una idea, que de vez en cuando hay que dejarla reposar, madurar, guardarla dentro, hasta que te duela, que madure, que crezca y se expanda, hasta que no puedas resistirla dentro ni un minuto más, y cuando llegue el momento adecuado dejarla fluir, sin pensar, de la cabeza a los dedos, pasando solo por el corazón hasta derramarse en tinta sobre el papel.
(Foto cedida por Marisol)
Cuando me he levantado, no tenía ni la menor idea de que hoy pudiera ser uno de esos días de acuciante necesidad, hasta que de camino al trabajo, mientras pensaba en mi agenda, en el día a día, en mi y en mis problemas, me he cruzado con unos ojos tristes, tremendamente tristes, de un amigo cuyo hijo está enfermo, pasa de nuevo por un cáncer del que creía estar recuperado. Y mientras hablábamos, me ha dado vergüenza, si me he sentido mal, por tantos pensamientos negativos que he tenido en muchos momentos, por ese mí, mis problemas, mis rabias, mis enfados ,mi, mi, mi…
He intentado reconfortarle, pero no he sabido cómo, puedo sentir parte de su angustia, pues en casa, estamos sufriendo desde muy cerca el mismo problema con alguien muy querido, y también en el despacho.
Le he tocado la cara, despacio, intentando trasmitirle calor, cariño, no sé, un estoy contigo cercano. Y al despedirme y al continuar mi camino por una calle llena de gente, cada uno con sus preocupaciones, sus prisas, su dio a día, sintiendo aun en mi mano el calor del rosto de este hombre abatido por la enfermedad de su hijo, he reparado en que hacía sol esta mañana. También me dado cuenta de que durante las últimas semanas hemos teñido calles y wpp con lazos rosas primero, en apoyo al cáncer de mama, negros después, por la familia minera leonesa, amarillos por las víctimas de la violencia de género, rojos, azules... y un largo etcétera. Pero esos lazos, como todos, han terminado por ser un mero adorno, un recordatorio triste, casi una lápida. Se sujetan con imperdibles sobre la ropa, o en un “muro” nada más.
Sin embargo, el lazo que me llevo hoy en silencio por este amigo, es invisible, pero pesa como una losa sobre el corazón, es un lazo de sangre. Lo siento caliente en mi mano, me quema. Como los simbolos con los que se sellaba antes un pacto o una amistad, escupiendo sobre las manos o haciéndose un corte y juntando después la sangre. Lo sé, es ancestral, tribal antediluviano, si quieren incluso antihigiénico y peligroso, pero hoy en día, por fantástico que sea un café virtual, he sentido ganas de algo más físico, visceral, de tocar a la gente, de abrazar a mi hermana, a mis dos amigas, o a otro buen amigo que aunque no me ha dejado contar su historia, por culpa de la mierda de crisis, este año se han tenido que ir tan lejos.
Reivindico los lazos de sangre, los apretones de manos, el puedes contar conmigo mirándote a los ojos. No más lazos rosas, ni negros, ni rojos sobre la ropa o los balcones.
Abrazos, gestos, palabras dichas desde dentro que expresen sentimientos, lo bueno y lo malo, no importa, qué más da.
Quiero telas de araña, ya lo he dicho más veces, pues la telaraña es más fuerte que el acero, más pequeña que el cabello humano, elástica, flexible, casi invisible, pero preciosa cuando se observa al trasluz. Los griegos, ya las usaban hace miles de años para curar heridas y no sé si lo saben, pero hoy en día se siguen aplicando incluso para fabricar chalecos antibalas y se experimenta para poder usarla como reemplazo de músculos y ligamentos en el cuerpo humano.
Quiero una tela de araña solida y flexible a nuestro alrededor, que cada día nos recuerde, la ligereza y lo efímero de las cosas. Para no olvidar, que a veces lo más importante es lo que casi no se ve, y que estamos pegado a ello para siempre.
Lazos rosas, lazos negros, telas de araña, para dar las gracias cada dio por lo que se tiene, y lo que no se tiene, y compartir nuestro yo con los demás, para regalar una sonrisa, un cuenta conmigo o estoy ahí, y por si en algún momento he dejado de hacerlo con alguien, mirando como una estúpida a mi ombligo, un lo siento, prometo hacerlo mejor.
Es 7 de noviembre de 2013, la niebla ha dejado paso a un sol de Otoño espectacular, hay muchos motivos para subir la cabeza bien alto y pensar, ¿Quién dijo miedo?, ¡A por ellos, a por todo!, ahí tenéis mi mano, agarradla bien fuerte, pues hoy puedo con el mundo, y todo lo que el futuro me aguarde, a mí, y a todos vosotros.
Feliz día.