Decía Herodoto, que tu estado de ánimo es tu destino. La verdad es que la frasecita tiene tela, y con los años que tiene… pero también debo reconocer, que es algo que intento recordarme en mi día a día por  muy duras que se pongan las cosas.

                No suelo hablar en este foro de mi trabajo, salvo pequeñas anécdotas divertidas, pero últimamente, reconozco que hay momentos que está a punto de vencerme como nunca me ha sucedido, y supongo, que tiene que ver mucho con el estado de ánimo de las personas que llegan hasta mi, que por mucho que intentes poner distancia, termina afectándote.

                Sin embargo, la vida me ha regalado un par de semanas intensas, en lo que la vida personal se refiere, y sigo recargando pilas con las pequeñas cosas que suceden y que son las verdaderamente importantes.

                Y a estas alturas, alguno se preguntará, ¿y qué demonios tiene esto que ver con los morreos?

 Pues sí, tiene que ver, y mucho, o al menos, es a la conclusión a la que llegué tras una larga noche de fiesta, con los amigos, en la que celebramos mi cumpleaños disfrazados de los personajes más inverosímiles.  Al día siguiente, recordando algunos de los detalles de la cena, empecé a preguntarme, por qué demonios  estuvimos brindando toda la noche por “el puterio”, con perdón de la expresión, imagínense, una banda de cuarenta-añeros, quien más quien menos, padres de familia, y que el que más cercana había tenido una aventura reciente, ya habían pasado años…

                Pues tiene su explicación, el morreo, es parte de esas cosas que uno echa de menos con el paso de los años, y por mucho que quieras a tu pareja, un buen día, te encuentras preguntándote, ¿Cuándo dejasteis de morrearos?, porque, otra cosa que es como muy de adolescentes, que es que te aticen un buen cachete en el culo cuando pasas, sigue pasando, incluso si dejas un fin de semana a los niños con  tus padres, después de aprovechar el primer día para dormir… el segundo hasta,  bueno, hasta pasa lo que tiene que pasar...

                Y un día con una copa de vino en la mano, reunido con tus amigos al calor de una buena chimenea encendida, con música cañera a todo trapo, te das cuenta que el tiempo ha volado y tu ánimo está tan ocupado en otras cosas, que dejas de controlar tu destino, y hacer de él lo que tú quieras. Has dejado que tus obligaciones de adulto, puedan con tus energías, sueños y expectativas de adolescente, y por ende, se ha tragado ese momento de hormonas efervescentes que se producía cuando un beso se prolongaba hasta el infinito mientras apagaban las luces al sonido de los lentos...

                Gracias amigos por esta noche de recuerdos, de cantar cumpleaños feliz a voz en cuello,  de intercambios de pelucas y volver a ser nosotros mismos por unas horas. Gracias por recordarme las noches en las que Nacha Pop o Antonio Flores ponían la letra a la noche y gritábamos aquello de ¡¡¡si pudiera devolver la paz que quite, no dudaria en volver a reír!!!, porque me he dado cuenta, que por muy difícil que se ponga la vida, si aun eres capaz de disfrutar de una noche en compañía de los amigos, eres capaz de todo. Y cuando creas que no puedes más, vete a casa, agarra a tu pareja y dale un morreo que le quites el aliento y os suba el ánimo hasta el infinito y más allá, para que de nuevo, decidas que el tuyo, va a ser un buen destino.

Os dejo este enlace por  la habías olvidado:

http://www.youtube.com/watch?v=t5zWfADKgGk