Capitulo XVI. Coruña III (1ª parte)

      Estaban a punto de cumplirse los dos años desde que fuí oficialmente contratada como Lupra por la Caixa Anduriña. Emilio, el Director de la Oficina, me había dicho que con este motivo, le habían pedido un informe sobre mí y los progresos realizados en el tiempo que había pasado en Astoria, a fin de evaluar sí debían contratarme como empleada fija, o si me ponían de patitas en la calle, por ello, aquella tarde, cuando Emilio me invito a pasar a su despacho, porque teníamos que hablar, sentí un  incomodo cosquilleo en la boca del estómago.

- Según me han dicho, queda un mes para que  termine tu contrato -, me dijo.

-         Si, lo sé. ¿Debería estar preocupada?

-         ¿Tu que crees...?

 

Debo reconocer que  después del tiempo que llevaba en Astoria, ya iba conociendo a Emilio, con lo que aunque estaba intentando poner una cara muy seria, sus ojos delataban cierta satisfacción. Me dijo que me acercase a su pantalla del ordenador.

- Es el informe que voy a remitir  sobre ti. Léelo, y añade o quita lo que quieras.

¡Vaya!, yo sabía que confiaba en mí, pero no hasta ese punto. Leímos juntos el informe, y lo cierto es que no hubo una palabra de más o de menos, que hubiese querido quitar o poner. Creo que fue la primera vez que me di cuenta, de cómo habían cambiado las cosas desde mi llegada.

Al igual que uno, no se percata de cómo va creciendo físicamente, por el hecho de que se ve cada día, hasta que  te pruebas unos pantalones del invierno pasado y te sorprendes  de lo  cortos que te quedan, yo tampoco había sido consciente hasta entonces, de las cosas que poco a poco había ido aprendiendo, y como habían cambiado las relaciones con mis compañeros.

Si, porque por fin, empezaban a considerarme una verdadera compañera. Tenía mi propia parcela de responsabilidades y confiaban en dejar de mi mano los asuntos que les quedaban pendientes cuando se iban de vacaciones. Además, eran muchísimas las horas que había trabajado con Emilio mano a mano, organizando campañas, buscando las estrategias que nos llevasen a conseguir nuestros objetivos, hasta el punto de haberme convertido en su mano derecha. Supongo, que todo esto eran motivos suficientes para que pidiese mi incorporación inmediata a la plantilla, y además apoyase la solicitud de nuestro Jefe de Zona de concederme una Jefatura en la Oficina. ¡Madre mía, qué bien  sonaba esto último!

- Bueno, ¿qué opinas?, ¿Quieres cambiar o añadir algo?

 Solo le di un simple gracias, acompañado de la sonrisa más franca que pude expresar.

- No me des las gracias, solo digo lo que pienso, lo cierto es que en estos años, hemos tenido nuestras diferencias, a veces sé que te he presionado mucho, pero creo que has aprendido mucho y mereces quedarte. Además, a nosotros también nos viene bien, solo de pensar en ponerme a preparar a otro novato, se me ponen los pelos de la barba de punta.

- Vamos, ya veo, que en el fondo lo haces por ti y no por mí ¿eh?-, le dije burlonamente.

- Ya sabes que no, pero bueno, de todos modos, ya sabes que ésta es solo la opinión de la Oficina, luego serán ellos quien decidan.

- Bueno, pero gracias de todos modos. Que conste que por mi parte encantada de seguir por aquí.

- Uy, eso ya veremos, porque ya sabes como son las cosas. Aunque ya sé que llevo diciendo desde que viniste, que estabas aquí para unos meses y ya llevas dos años, pero bueno, veremos que pasa. Y ahora a trabajar, si no tienes ninguna duda...

- No no tranquilo, ya me voy, no vaya a ser que se entere el jefe que estamos aquí perdiendo el tiempo de cháchara .

No había pasado ni una semana desde que tuvimos esta charla, cuando me llegó una carta de la División de Personal para convocarme para el último curso como Lupra, y aprovechando el viaje, para firmar el nuevo contrato.

¡Qué alivio! Aunque ya esperaba la renovación, pero, bueno, siempre queda esa cosa hasta que uno lo tiene en la mano. No había conseguido que me diesen la jefatura por el momento, pero bueno, al menos empezaría a cobrar el cien por cien de mi sueldo, que con la categoría con la que había firmado no era moco de pavo.

El lunes siguiente partí hacia  Coruña. Era una soleada tarde de finales de abril.

En la oficina todos me desearon buena suerte, ya que sabían bien de la importancia de este viaje. Me despedí con un gesto de agradecimiento y enfilé de nuevo la Nacional IV, por cierto para entonces, ya en mucho mejor estado que la primera vez que la recorrí.

Durante el viaje, fui pensando en todas las cosas que me habían pasado, la gente a la que había conocido desde que me incorporé a la Caja. No pude por menos que reírme al recordar aquel primer día en Coruña, cuando vi a mis compañeros de Proyecto y  pense que eran unos figurines repipis. Ahora, muchos se habían convertido en buenos amigos, incluso Luisa me había invitado a su boda. Ya eran muchas las veces en que habíamos compartido mesa, reuniones, cursos y porque no, muchos buenos ratos  saliendo juntos a cenar siempre que nos reuníamos en Coruña. Ahora me sentía parte de todo aquello, que en un primer  momento,  me pareció algo que nada tenía que ver conmigo, y eso me hacía sentir bien.

         Comenzaron las clases. Había más bullicio del habitual. No solo porque ahora nos conocíamos mejor, y eran más las cosas que nos teníamos que contar. La incertidumbre de nuestra nueva situación flotaba en el aire, y todos, éramos conscientes de ello.

         Manolo Marín, el Jefe de Formación, hizo acto de presencia durante la tarde del primer día. No estaba previsto que viniese hasta el último, pero ante la agitación general, decidió ir a vernos y tranquilizarnos en el sentido de que nos iban a renovar el contrato a todos. Ya, eso ya lo sabíamos, pero ¿y de las condiciones?

         El último día fue la locura. Mientras se llevaba a cabo la última clase práctica, nos fueron llamando de dos  en dos, para que acudiésemos a ver al Jefe de  Personal, quien nos leería nuestros nuevos contratos y debía preguntarnos si  estabamos conformes y queríamos firmar.

         Alvarez Mata, Bordón..., Fernández.... Uno a uno, iban llamando a mis  compañeros.

Por fin regresaron a clase los primeros que habían firmado. En contra de lo que todos pensábamos, no mostraban un gesto de alegría y tranquilidad, sino que los murmullos se sucedían en tono de  enfado y rabia contenida. ¿Qué  habría pasado?, nos preguntábamos los que estabamos más alejados y no podíamos oír las nuevas que traían nuestros compañeros.

- Silencio, por favor -, rogó una vez más el profesor. – Comprendo que estáis todos impacientes por saber lo que ha ocurrido, pero ya os llegara el turno. A ver Javier, ponme un ejemplo de las fuentes primarias de obtención de información.

         - Me temo  que ni Javier ni  nadie está para responder a esa ni ninguna pregunta hasta que no sepamos algo de lo que nos espera -, pensé. Sin embargo, nuestro monitor seguía haciendo ímprobos esfuerzos por mantener nuestra atención sobre sus preguntas.

         García..., González ...., Lara... solo quedaban dos compañeros antes de que  me tocase bajar a mí. Y venga con las investigaciones de mercado por aquí y para allá. Me hubiera enterado de lo mismo en una clase sobre la involución de las especies marcianas en el Congo Belga, pues para investigaciones estaba la cosa, ¡no acabarán de una vez!

         El desfile de rostros  desencajados me estaba haciendo polvo. Solo aquellos que habían conseguido algún puesto de responsabilidad parecían traer más ánimo. Pero eso no era mucho consuelo, porque de momento, yo no estaba entre los elegidos.

         Lanza..., Llorente... ¡por fin me tocaba!. Recogí nerviosamente mi pluma de la suerte, esperaba que en esta ocasión también funcionase. Las piernas me temblaban mientras bajaba por las escaleras sin mediar una palabra con mi compañera, con quien solamente cruce una mirada de complicidad al atravesar la puerta donde nos esperaban. Tenía las manos frías, y la cálida sonrisa de bienvenida del Jefe de Personal no consiguió tranquilizarme.

         Conforme entregaron los contratos,  nos leyeron las condiciones más importantes del mismo. El resumen era que asábamos a fijos, con la categoría de auxiliar C.

- ¿Eso no es posible?-, protesté, nuestros contratos iniciales nos daban la categoría de Titulados Universitarios B, y de un plumazo, nos relegaban a la última categoría. Resumen: seguíamos cobrando lo mismo que cuando estabamos en prácticas.

- Me temo que es lo que hay -, me dijeron, - en tus manos está decidir si estás dentro o fuera.

         Asentí con la cabeza, ¡qué otro remedio me quedaba! Ahora entendí el motivo de la carita de corderos degollados que tenían los compañeros que habían pasado por el mismo trance, unos momentos antes.

         Una mezcla de alegría y decepción flotaba sobre el ambiente en aquella última comida como Lupras en ejercicio, porque en la Caixa Anduriña, esta condición es como una marca que se lleva de por vida, independientemente de que hayas superado los cursos y demás pruebas con creces. Ahora estabamos fijos, pero la precariedad de nuestros sueldos, no era como para bailar una jota. Conclusión: Tendríamos que luchar como locos para conseguir un puesto de apoderados que engordase nuestras nóminas y egos rotos.

         Nos despedimos prometiendo que no perderíamos el contacto, cada uno, rumbo a su nuevo destino. Bueno, a su nuevo destino a quien se lo habían dado, porque yo, de momento, me volvía a Astoria. Tampoco estaba tan mal. Allí por lo menos me apreciaban, y tenía más posibilidades de ascensos que llegando de nueva a otro sitio.

 

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