EL CASTIGO DE LOS JUSTOS

         Hoy ha sido uno de esos días loco, y cuando digo locos, no es locos en plan, ¡guau, que juega!, sino loco de: madrugón, al trabajo, en el trabajo me falta media plantilla pero vienen igual todos los clientes, llamada del móvil, llamada del fijo, llamada en el otro móvil, visita inesperada, correo denegado, denegado, denegado. ¡Uf me muero!, pero qué alegría, que fulano y mengano han venido a liquidar lo que nos debían. Notaria, que se firma una cosa que llevamos esperando desde hace tres meses, pero validación dice que no, dinamizador que si, validador que no, ¡venga!, qué llueva que llueva la Virgen de la cueva, que sí, que no, que llueva a chaparrón…

                Y eso, chaparrón que te crío porque, después de una mañana de esta guisa, reunión por la tarde, es decir, después de un rato de salir de la oficina.

                En fin, que ya saben que de vez en cuando, me da por desnudarme en este foro, en sentido literal claro… y hoy me toca, porque, o me desnudo, o me vuelvo loca, así que con su permiso, les voy a contar algo que seguro que muchos han sufrido y aunque mal de muchos, consuelo de tontos, pero eso, con amigos, son menos penas, ¿no?

                En fin, que hoy además de día loco por la actividad, también ha sido día montaña rusa de emociones,  el  Dragón Can, es  un juego de niños al lado de la experiencia de trabajar en lo que queda de la fusión de dos Cajas de Ahorros con anhelos de conseguir ser un buen Banco en solitario contra viento y marea... Lo sé, para empezar soy una privilegiada por conservar mi trabajo, así me lo hicieron saber nada más llegar a la reunión, pero bueno, a veces, hasta pienso que algo habré puesto yo de mi parte para ello, ¿no? Al grano, que me disperso, tras una mañana agitada, en la que nos desayunamos con la noticia que se va a producir otro ERE en la empresa que puede afectar a una jartáde gente, ya de camino a la reunión, me iba pensando seriamente acogerme a una reducción de jornada que me permitiese valorar otras alternativas en mi vida, por si acaso. Me esperaba otra conferencia soporífera, en la que varios jefes te cuentan una película que ni ellos se creen mientras te fastidian la digestión, y en la que uno conecta o desconecta como cuando lleva puesta la radio en el coche, ya saben, cuando salta alguna palabra clave. Pero no, hoy nos visitaba alguien nuevo para mí, y hasta encuentro algo diferente en su discurso. Habla de sinceridad, de la herencia de los compañeros que ya no están, pero tanto trabajaron, (los de Dinosaurios New Age, ya saben)

http://www.cibanez.es/index.php/novelas/novata/72-aymarieta-dinosaurios-new-age.html

, reconoce que ella misma se ha sentido a veces como la monda de la naranja, -¡venga ya!-, y además se da cuenta que como en todas las grandes empresas, algunos tiran del carro hasta el infinito y más allá, como diría Bud Light Gear, y gracias a eso, solo sirve para que los que están arriba te sigan exigiendo más y más para que otros vivan como rajás, y eso se tiene que cambiar. ¡En serio!- pienso.

                Y entonces me viene a la cabeza una época en la que estaba en la escuela de danza, involucrada hasta las trancas para poder conseguir un papel en el festival, ya ven cosas de crías, pero mi sentido de la responsabilidad, me impedía pirarme los ensayos por muchos exámenes que tuviese, o aunque la hormona tirase en otra dirección,  a pesar de lo cual, junto con algunas otras pocas compañeras, siempre nos caía la bronca por los retrasos y ausencias de las demás, y ¡ala!, a preparar un trozo más de coreografía para rellenar el hueco de las que no estaban. Entonces, nuestra profesora, en una de sus riñas, se quedó pensativa de repente, y mirándonos una a una, nos prometió, que jamás volvería a caer en “el castigo de los justos” que ella misma había padecido. ¿De que servía reñir y protestar a quienes apechugabamos con nuestras responsabilidades, por quienes no cumplían, sino estaban ahí? Aquello fue una gran motivación para mí, y he procurado no olvidarlo jamás, con la gente de mi equipo, aunque pocas veces lo hayan vuelto a hacer conmigo. Por lo que después de tantas decepciones con tantos jefes y jefecillos que han pasado por mi vida profesional, que de repente, uno hablase de ello, aun dándole otro nombre, me hizo pensar, que tenía sentido la decisión que tome al empezar la crisis de no apalancarme ni esconder la cabeza, sino pelear más que nunca para sacar a flote mi empresa, en contra de la opinión y consejo de muchos.

                Con esa energía, y  a pesar de lo tarde que era, decidí ir a tomar mi clase de flamenco, es una terapia divina que te permite imaginar que zapateas sobre la cabeza de alguien y así aliviar tensiones. Al salir de baile, había decidido que era una tontería lo de la reducción de jornada. Pero una, tiene la mala costumbre de revisar a última hora, los correos  que le llegan a la blackberry, y entonces lo vi. EL correo que confirmaba que tenía razón con lo de la reducción de jornada. Otra vez los discursos eran vacios, mera palabrería, mentira que nadie sienta empatía por mi, ni por mi trabajo, ni nada de nada. Otra vez, denegado. No importa el que, pero cada denegación, viuda de explicaciones, hueca y vacía, es como el porqué no, que alguna vez te decían de niño y solo servía para que  intentaras una vez más salirte con la tuya.

                Por eso, en vez de mandar un correo como yo prometí a alguien, congratulándome por la buena suerte de haber encontrado a otra persona con sentido común en la casa de locos donde trabajo, me ha tocado escribir esta tribuna que aleje de mi, las ideas de frustración e impotencia ante la negra expectativa de ver que, una vez más, los detalles vuelven a nublar lo verdaderamente importante: las personas y sus motivaciones, sin eso, señores, nada funciona como debe, como dice el anuncio del Giulietta, si no tuviésemos corazón, solo seríamos máquinas… ¿O no?