Brotes rojos
Este fin de semana, cayeron unos copos de nieve en mi jardín, no fue gran cosa, pero lo suficiente para hacernos disfrutar por unas horas de un paisaje blanco y hermoso.
En cuanto salío el sol, aquellos pequeños copos empezaron a derretirse suavemente bajo el calor de unos rayos templados, aún perezosos, pero que sabían a gloria después de varios días grises.
No pude resistir la tentación de dar un paseo observando como estaba todo, el Acebo, lleno de frutos rojos en contraste con el verde intenso de sus hojas de arista. Las fresas, también con sus hojas rojizas aún vivas enfrentando el frío orgullosas.
Y mi rosal, ese que cada primavera anuncia el primero que se acerca el verano, que me hace feliz regalándome las primeras rosas, apenas si conserva unas pocas hojas, aparentemente muerto, pero si te acercas, muy cerca, ya puedes observar que donde el sol de invierno es más clemente con el, ya han empezado a salirle los primeros brotes, que son rojos.
Eso me hizo pensar, en las cosas de la vida... En lo que un rosal, con sus flores y espinas representa.
¡Flores y espinas!!
Se dan cuenta? Si, yo también, ese rosal no es más que una alegoría a nuestras vidas, y sólo los más aguerridos, los más valientes, los que han entendido que tras cada largo invierno llega una nueva primavera, consiguen, no ver brotes verdes, no señor, consiguen hacer crecer brotes rojos.
Brotes rojos de sangre, de sudor y a veces algunas lágrimas. Esos que han conseguido que algunas personas muy próximas a mi, hayan conseguido encontrar un trabajo este año, hasta tres he podido contar, y eso señores, esos son los verdaderos brotes que yo esperaba.
Brotes rojos, brotes con espinas, pero a fin de cuentas, brotes de esperanza...