QUINTA SEMANA ¿GRAN HERMANO?
No, no se equivoquen, no tengo la más míntima intención de comentar el popular reality show, Gran Hermano, es que simplemente, me pareció inspirador intentar poner un nombre a la quinta semana de confinamiento que todos podamos entender.
Verán, reconozco que cada día me da más pereza ver el telediario, que en casa hemos terminado por llamar “el parte de guerra”, pero esta noche, me ha gustado mucho el cierre de las noticias de la 1, y no he podido por menos que darle una vuelta de tuerca. En este cierrre, la voz en off del reportero, nos proponía inventar nuevas palabras para dar nombre a las situaciones insólitas que se dan en estaos días, o en las que quizá por prisa, o falta de tiempo no habíamos pensado, como por ejemplo, cómo se denomina el sonido del agua contra los tejados, o la sensación que nos abruma en estos días de reclusión y soledad no buscada
Es cierto que en mis novelas, he recurrido muchas veces a ese sonido de la lluvia: sobre los tejados, sobre los árboles o contra las ventanas, por ser una de las maneras más sencillas de conseguir una fotografía con palabras, que hagan al lector meterse en una historia, pero sin embargo tampoco me había planteado cómo llamarlo.
Lo mismo me ocurre con las sensaciones que me envuelven de manera inevitable en muchos momentos en este tiempo, unos días con más intensidad que otros, y que nunca me abandona. Será verdad que cuando se está encerrado en una casa durante mucho tiempo, con las mismas personas, los sentimientos y las emociones se intensifican, como dicen los concursantes de Gran Hermano. No lo sé...
Tampoco sé cómo llamar al estado de ánimo que me hace saltar de la tristeza más profunda a la euforia, de la desidia a la necesidad absoluta de hacer cosas que llenen mi tiempo.
Supongo que es la falta de contacto, la falta de “tocar” y de que me toquen. La soledad que siento, y la que capto a mi alrededor cuando salgo a la calle. Las caras ocultas tras mascarillas, las miradas tristes...
Pero ¿saben que les digo?, que quizá es mejor que algunas cosas no tengan nunca nombre, pues una vez que lo tienen pasan dos cosas: la primera, es que las etiquetamos y la segunda y aún peor, es se quedan con nosotros para siempre... así que, prefiero no dar nombre al sonido de la lluvia y así me lo imagino yo como me da la gana, o como le suene a mi estado de ánimo en cada momento de mi vida, pero sobre todo, no quiero darle una denominación a las sensaciones que me envuelven en estos días, y que aunque sin nombre propio, no me gustan. No deseo ponerle nombre, porque quiero que esto pase pronto, y que cuando quede atrás, se olvide rápidamente. No deseo que se incluya una palabra q describa cómo me siento hoy en ningún diccionario o enciclopedia, sino que deseo y que cada cual, se lo guarde o lo olvide como quiera. En mi caso, espero desterrar estos momentos al cajón del olvido, y cuando dentro de muchos años, cuando mis nietos me pregunten, ¿y tú dónde estabas?, pueda decirles: hace tanto, que ya no lo recuerdo, y que cada cual conserve su propia historia.
Feliz noche a todos...