El desfile de antorchas de Pinguinos

Por fin, después de un largo año llega Pingüinos. Noche para compartir entre amigos. Compartir historias y momentos de camaradería. Por los que ya habéis llegado, los q estáis en camino y quienes nos ven desde allá arriba. Os añoro!!! Buena ruta. Carbonilla.

12 enero 2003 

         El ruido era ensordecedor, la noche fría, tan fría como cada año por estas fechas, el primer fin de semana después de Reyes.

         Rugían los motores mientras al fondo restallaba una traca de cohetes que llamaba a los miles de motoristas que allí se concentraban  para comenzar el desfile de antorchas.        

         Ese año yo estaba en primera fila junto a algunos de mis compañeros de carretera. 

         Desde la megafonía se pedía silencio mientras los organizadores repartían las bengalas y antorchas que iluminarían la marcha en honor a los motoristas caídos. 


       Yo había estado en muchísimas ocasiones en ese mismo sitio, esperando a que comenzase la marcha entre risas y nervios contenidos por la subida de adrenalina que siempre me provoca el olor a gasolina mezclado con el ruido de los motores en marcha, golpeando las manos entre si para entrar en calor antes de que los dedos no tuvieran sensibilidad suficiente para presionar las manetas. 

         Sin embargo, éste año era especial. El ruido se me antojaba muy lejano, no notaba el frío, y aunque mi nariz estaba enrojecida por los escasos cero grados,  tenía una cierta sensación de calidez en mi cuerpo, ¿seria posible que él estuviese allí?. Le sentía tan cerca, miraba a mi alrededor y esperaba encontrarle en cualquier momento.  En realidad, solo veía su sonrisa, esa sonrisa sincera que le acompañaba a cada momento. Esperaba sentir una de esas cariñosas palmadas con las que te saludaba mientras te soltaba un "niñaaaa" que le salía de las entrañas. 

         Comenzó la marcha, y yo encabezaba una hilera de cientos de moteros portando antorchas que iluminaban la ciudad de Tordesillas como una luciérnaga gigante que iluminaba sus calles y le daba calor en la noche invernal.  Delante de mí, solo la oscuridad y cada vez, el ruido de las motos era más lejano, aunque menos de  un metro me separaba de las demás. 

         Miles de caras nos miraban desde los lados aplaudiendo y vitoreando, pero yo solo buscaba un rostro, allá arriba, entre las miles de estrellas que brillaban en la noche, y una vez mas, vi su sonrisa. Sentí como un abrazo. Estoy segura, estaba allí, cuidando de mí, a su manera, como siempre lo había hecho, dándome parte de su fuerza. Desde entonces, lo supe, siempre estaría conmigo,  y su expresión dulce llegaría conmigo hasta el fin de mis días, cuando quiera que fuese…

                                                                     *               *                   *

Aquí empieza una novela llamada Lolo, en honor de un compañero de carretera y muchas cosas mas. Para quienes no han tenido oportunidad de leerlo, os regalo  unas lineas de un capitulo al que tengo especial cariño, y que dan inicio en la noche de las Antorchas, en la concentración de motos de Pinguinos...

  



 

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